
La elección de un nuevo Papa es uno de los rituales más antiguos y estrictos de la Iglesia Católica. Este proceso, conocido como cónclave, tiene reglas precisas que han evolucionado durante siglos para garantizar una votación libre, secreta y sin presiones externas.
El término “cónclave” proviene del latín cum clave, que significa “con llave”, haciendo referencia a la antigua práctica de encerrar a los cardenales electores para evitar influencias externas durante el proceso. Esta tradición se mantiene vigente: desde el inicio del cónclave, los cardenales deben entregar sus celulares, computadoras y dispositivos electrónicos, y quedan incomunicados hasta que se elija al sucesor.
Los cardenales se alojan en la Domus Sanctae Marthae, dentro del Vaticano, y todas sus ventanas son selladas. El acceso a la zona se restringe y cualquier tipo de comunicación con el exterior está prohibida.
La elección del Papa está regida por la constitución apostólica Universi Dominici Gregis, promulgada por San Juan Pablo II en 1996. Según estas normas, para que un cardenal sea elegido necesita una mayoría de dos tercios de los votos emitidos. Si después de 30 rondas de votación (en un periodo de 10 días) no se alcanza ese consenso, puede aplicarse una regla modificada por Benedicto XVI: se realiza un balotaje entre los dos candidatos con más votos, y gana quien obtenga mayoría simple.
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Durante el cónclave, no se permite hacer campaña ni formar alianzas internas. Los cardenales no pueden votar por sí mismos, aunque históricamente ha sucedido. Cualquier intento de manipular la elección está penado con excomunión automática.
El proceso arranca con la Misa Pro Eligendo Pontifice, en la que se pide la guía del Espíritu Santo. Luego, los cardenales marchan en procesión hasta la Capilla Sixtina, donde juran votar con honestidad y conciencia.
Cada cardenal recibe un papel en blanco, escribe el nombre de su candidato y deposita su voto en una urna sobre el altar. Al finalizar cada ronda, las papeletas se queman en una estufa especialmente preparada. El humo que sale de la chimenea de la capilla avisa al mundo si hubo o no decisión: humo blanco, hay nuevo Papa; humo negro, no hay acuerdo aún.
Este sistema busca asegurar que la elección del nuevo líder de la Iglesia no esté influida por intereses políticos ni presiones externas, y que cada voto sea un acto de conciencia y fe.
Infobae
Por: Itzel Olivo